miércoles, 30 de septiembre de 2009

Julian Schvindlerman. OBAMA Y EL PROGRESISMO JUDÍO NORTEAMERICANO


 
 
 
 
 
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OBAMA Y EL PROGRESISMO JUDÍO NORTEAMERICANO

Julian Schvindlerman

COMUNIDADES

 

16/09/2009

 

La popularidad de Barack Obama se ha desvanecido. El índice de aprobación de su gestión cayó diecisiete puntos en ocho meses, ubicándose en el 45% a comienzo de septiembre. La caída ha sido tan vertiginosa que el prestigioso comentarista Charles Krauthammer sentenció: "Habiéndose derretido sus alas de cera, es el hombre que ha caído a la tierra…Se he convertido en ordinario. El hechizo está quebrado. El conjurador carismático del 2008 ha dilapidado su magia". Solamente los presidentes Clinton y Ford vieron caer su popularidad por debajo del 50% más rápidamente que Obama. El universalmente despreciado Bush llegó a este nivel al cabo de 37 meses de gobierno; su padre en 36 meses; y el cuestionado Nixon al cabo de 25 meses. La caída de Obama no es definitiva, pero sí lo es el colapso de las ilusiones que muchos en él depositaron. Entre ellos los judíos.

 

En lo relativo a la política exterior, puntualmente hacia el Medio Oriente, el enfoque de la nueva administración ha evidenciado un reducido cariño hacia Israel y una mayor apertura hacia el mundo musulmán. Cabe citar la determinación de la Casa Blanca en hacer de los asentamientos un asunto problemático central, la vinculación de una eventual contención de Irán con una mayor flexibilidad israelí en las negociaciones con los palestinos, la declaración de una alta funcionaria del Departamento de Estado a propósito de que Israel debe firmar el Tratado de No-Proliferación Nuclear, la afirmación de Hillary Clinton de que Estados Unidos dotaría de un "paraguas protector" a las naciones amenazadas por Irán si esta nación cruzara el umbral nuclear (sugiriendo así la aceptación de semejante escenario). A esto puede sumarse la primera entrevista presidencial -concedida a una televisora árabe-, el discurso de Obama en El Cairo, su titubeo en repudiar inmediatamente el fraude electoral en Irán, y el virtual abandono de la retórica bushista sobre la "guerra contra el terror". Nada de esto debiera sorprender dadas las conocidas asociaciones de Obama con figuras radicales de la izquierda norteamericana, como ser el ex-terrorista William Ayers, el ex vocero de la OLP y actual profesor en la Universidad de Chicago Rashid Khalidi, el pastor racista Jeremiah Wright, y el recientemente destituido asesor ambiental Van Jones (por respaldar un comunicado de una agrupación que acusó a Washington de planear los atentados del 9/11); sin olvidar a su entorno de asesores fuertemente críticos del estado judío desde Robert Malley a Samantha Power, y desde Zbigniew Brzezinski a Daniel Kurtzer. No podemos culpar a los israelíes de que apenas el 6% de ellos considere al presidente Obama pro-israelí. Algunos han caracterizado a la Administración Obama como "la segunda venida de Jimmy Carter".

 

En una columna publicada en esta página el año pasado ("Barack Obama y el voto judío" - 25/6/08), ponderaba el motivo por el cuál ciclo tras ciclo electoral los judíos estadounidenses votan en grandes números a los demócratas cuando encuesta tras encuesta son los republicanos quienes mayor simpatía muestran por el Estado de Israel y ha sido un  republicano -George W. Bush- el líder más pro-israelí de la historia presidencial de aquél país, y concluía que sus preferencias progresistas influyen decididamente en su actitud. Encuestas recientes reconfirman ambos puntos. Una de enero último del Pew Research Center reflejó que el 60% de los conservadores expresaron simpatía por Israel y el 8% de ellos por los palestinos; en contraste con el 33% de apoyo que recibió Israel por parte de los progresistas, de los cuáles el 21% favorecía a los palestinos. También mostró que el 69% de los republicanos y el 42% de los demócratas simpatizan más con Israel que con los palestinos. Sin embargo, el 78% de los judíos votaron por Obama en las pasadas elecciones. La Encuesta Anual de Opinión Judía Estadounidense del American Jewish Committee del año 2008 indicó que el 52% de los judíos estadounidenses se manifestó más confiado en el Partido Demócrata en lo referido al apoyo de Washington a Jerusalem. Según ha documentado Norman Podhoretz, el promedio de votos judíos por el Partido Demócrata desde 1928 en elecciones presidenciales ha sido del 75%. En las últimas elecciones, los judíos fueron el grupo étnico y religioso que más votos dio a Obama a excepción de la comunidad afro-americana. El voto judío fue 25 puntos más elevado que el 53% del voto del electorado general; 35 puntos más elevado que el 43% del de los blancos; 11 puntos más elevado que el 67% cosechado entre los hispanos; 33 puntos más elevado que el 45% obtenido de los protestantes; y 24 puntos más elevado que el 54% proveniente del voto católico.

 

Este contrasentido puede ser explicado a partir del pacifismo que corre a lo largo de la ideología progresista judía norteamericana. En un excelente estudio publicado el mes pasado en The Jerusalem Post, Darren Pinsker trajo a colación dos datos sorprendentes. Consultados en 1984 si el presidente Ronald Reagan había errado al tildar a la Unión Soviética de "Imperio del Mal", el 66% de los judíos norteamericanos respondió afirmativamente. Debe recordarse que Moscú era enemigo de Israel, del judaísmo, de la expresión cultural judía, de la libertad y demás valores judíos. En el año 2007, se preguntó a los judíos estadounidenses: "¿Apoyaría Ud. o se opondría a que los Estados Unidos adopte acción militar contra Irán para evitar que desarrolle armas nucleares?". El 57% respondió que se opondría a tal acción militar. Debe recordarse que Teherán ha amenazado públicamente con obliterar a Israel.

 

Estos datos llevaron tiempo atrás a Milton Himmelfarb, un estudioso de la comunidad judía estadounidense, a observar: "La causa de esta rareza es que muchos judíos son palomas". Lo que a su vez motivó a Darren Pinsker a preguntarse si los judíos de EE.UU. están evaluando correctamente sus propios intereses políticos al votar al Partido Demócrata sucesivamente. "Posiblemente, la respuesta es no" concluyó. "El pacifismo, en el análisis final, no servirá bien a un grupo étnico que es objetivo de un movimiento religioso radical global". Esto es algo que muchos judíos norteamericanos aún deben internalizar. Hasta que ello suceda, Barak Obama y el Partido Demócrata pueden dar por descontado el apoyo de estos votantes.

 
 
 
 
 

 
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“¡Al suelo que vienen los nuestros!”.

Posted: 29 Sep 2009 02:27 PM PDT

"¡Al suelo que vienen los nuestros!". Esto lo primero que nos viene a la cabeza a muchos españoles cuando vemos las disparatadas ocurrencias con respecto a Israel del partido que dice que gobierna España. La última (seguro que penúltima para cuando lean esto) es la próxima visita a Líbano y Siria de representantes del PSOE para, entre otras actividades, reunirse con representantes de Hamás y del Frente Popular para la Liberación de Palestina. Según los propios viajeros "la realidad es tan plural que merece la pena ir y hablar". Si, si, la realidad será muy plural pero ellos se van a sentar a dialogar con organizaciones terroristas tal y como las considera la Unión Europea. Claro que en eso ya tienen experiencia.

Lo cojonudo es que uno de los objetivos del viaje –donde el dinero público, el nuestro, aparece por todos lados-- es elaborar un informe "que contrarreste la desinformación que en España hay sobre Israel". Es de coña. ¿Y quién les va a informar? ¿Hamás?

Ya puestos, en Líbano podrían visitar a las tropas españolas de la Finul, esas mismas cuyos mandos reconocieron que perseguían a "espías israelíes". Les encantará. Como les encantará el nuevo general de la Finul, un español autor de una orden en Irak que pasará a los anales militares. "No disparéis a nada más", ordenó a sus hombres en pleno combate mientras los demás contingentes occidentales se batían el cobre. Sólo le faltó convocar una manifestación por la paz.

Eso sí, es curioso ver cómo estos progresistas de salón siguen al dedillo dos consignas de la política exterior de Franco: La "tradicional amistad hispano-árabe" y la hostilidad hacia Israel. Los hay que todavía no han superado los setenta. Y mientras esta banda dilapida nuestro dinero, nosotros a pagar más impuestos. Claro que la culpa es de Israel. Faltaría más.

PS.- Guido di Tella fue un ministro de Exteriores argentino que pasó a la historia por llevar a los kelpers de las Malvinas ositos de peluche para ganarse su simpatía. Una idea para nuestros dialogantes viajeros.


Fwd: Sal Emergui. El 'tigre de papel' israelí ante el desafío de Irán


 
 
 
 
 
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El 'tigre de papel' israelí ante el desafío de Irán

Sal Emergui

 Jerusalén

Elmundo.es

http://www.elmundo.es/elmundo/2009/09/30/internacional/1254295988.html

 

Actualizado miércoles 30/09/2009 09:33 horasDisminuye el tamaño del texto Aumenta el tamaño del texto

En el reciente lanzamiento de sus misiles de largo alcance, el jefe del Estado Mayor iraní, Hasan Firouzabadi, definió a Israel como 'tigre de papel', incapaz de amenazarles. Pero este general -al igual que el líder supremo, el ayatolá Ali Jameini- es consciente que el 'tigre de papel' tiene cabeza nuclear, unas orejas y ojos en forma de sofisticados satélites espía y unas uñas afiladas en modernos cazas de combate, más letales que los ocho que destrozaron la central nuclear iraquí de Osirak en el 81.

 

Desde hace una semana, Israel ha dejado el césped donde se media casi en solitario al rival iraní para subirse a la grada, esperar y observar. Es su nueva posición tras el descubrimiento de la nueva planta secreta de enriquecimiento de uranio en Irán y la posterior reacción de la comunidad internacional.

 

El Mossad israelí conocía desde hace tiempo la existencia de la planta camuflada en las colinas de Qom, considerándolo como prueba inequívoca que el programa nuclear iraní tiene también fines militares. Hoy la política del Gobierno de Netanyahu ya no es amenazar con un ataque sino esperar el desenlace del dialogo entre Irán y las potencias que comienza este jueves.

 

Un ejemplo es el ministro israelí de Exteriores, Avigdor Lieberman, que ha matizado su discurso respecto a una ofensiva: "No hay que atacar nada. Nada. En primer lugar el 1 de octubre hay un encuentro de los 5+1 con Irán y yo espero que se tomen decisiones. Estos países tienen la suficiente fuerza para, si toman una decisión de forma unánime, frenar esta locura que estamos viendo".

 

"Todas las opciones están sobre la mesa" repiten y advierten los últimos gobernantes israelíes, desde Ehud Barak (99) hasta Benjamín Netanyahu. "Un régimen fanático islamista, su deseo público de borrar del mapa a Israel y cabezas nucleares son una combinación que supone una amenaza existencial para nuestro país", afirman portavoces israelíes. Desde el 2002, un hombre ha seguido muy de cerca el desarrollo nuclear de Irán: Meir Dagan, jefe del Mossad, que ha destinado gran parte de sus recursos económicos, humanos y tecnológicos a vigilar y boicotear el programa de Teherán.

 

Aunque están en la grada, los israelíes no son ni mucho menos espectadores pasivos. En los últimos días, Netanyahu ha conversado con importantes congresistas de Estados Unidos para trasladarles el siguiente mensaje: "Ahora o nunca. Las sanciones deben ser duras para que el régimen iraní desista de su plan nuclear. No pueden seguir ganando tiempo y engañando al mundo mientras avanzan hacia la bomba atómica".

 

En Israel no dan mucha importancia a las maniobras de los misiles iraníes capaces de alcanzar cualquier punto de su país. "No hay ninguna novedad excepto que es un ejercicio de propaganda y también que el misil puede ser lanzado en breve espacio de tiempo", explica Tal Inbar, analista estratégico del Instituto Fisher que añade: "La distancia entre Israel e Irán es de 1300 km lo que les permite armar su misil con una cabeza de 800 kilogramos, convirtiéndolo en letal".

 

En reuniones del Estado Mayor, el máximo responsable del Ejército, Gaby Ashkenazi, ha afirmado: "El mundo debe dar a Mahmud Ahmadinayad la oportunidad de elegir si desea acabar como Gadafi o como Saddam Hussein".

 

Mientras, la Fuerza Aérea israelí sigue preparándose por si llega la orden que de momento nadie quiere dar por las imprevisibles consecuencias que provococaría. Expertos israelíes y norteamericanos coinciden en que Israel es capaz de dar un "fuerte golpe" pero en ningún caso acabar completamente con el programa nuclear. Como máximo, provocaría un retraso de varios años. "No queremos una guerra con Irán pero haremos todo lo posible para que Irán no tenga armas nucleares", asegura a elmundo.es un alto funcionario de Defensa.

 

Habitualmente cauteloso, el jefe de la Fuerza Aérea, Ido Nechustan, responde así ante la pregunta formulada en el diario Yediot Ajaronot sobre un posible enfrentamiento bélico: "La Fuerza Aérea entiende perfectamente las misiones operativas y está preparada de la mejor forma posible. Es algo que tienen que tener en cuenta aquellos que amenazan con atacar a Israel".

 

En el ministerio de Defensa de Tel Aviv temen que Rusia finalmente proporcione los misiles antiaéreos S-300, que harían aun más complejo un raid israelí o norteamericano. La presión de Obama o la reciente reunión secreta de Netanyahu con el presidente Medvédev parecen que no han tenido el fruto deseado por Israel.

 

El experto en servicios de Inteligencia, Ronen Bergman, cree que los nuevos acontecimientos "reducen la posibilidad de un ataque preventivo israelí". "El régimen de Irán considera que ser una potencia nuclear le servirá como póliza de seguro para sobrevivir. Pero si las grandes potencias le aclaran que precisamente el programa nuclear puede acabar con su régimen, los Ayatolas se lo pensarán dos veces. El régimen iraní quizá apoye el terrorismo de los suicidas pero no es un suicida", opina.

 

El comentarista Ben Caspit ataca desde el diario israelí Maariv al ex director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Mohamed el Baradei. "Desgraciadamente Israel tenía razón y ahora ya no hay discusión que Irán se dirige hacia las armas nucleares…Se ha descubierto también lo patético que ha sido la OIEA. Mientras contaban cuentos, los Ayatolas cavaban en la colina de Qom. Este hecho, entre otros, convierte a su director saliente, el egipcio Dr. Mohamed el Baradei en no menos que un payaso. Este hombre que recibió el premio Nobel de la Paz, es responsable -más que otros muchos- del proyecto nuclear de Irán. El no enriqueció, solo lo ocultó".

 

Aunque los expertos informan y conocen su importante potencial nuclear, allá por el desierto del Neguev, Israel no confirma ni desmiente basándose en la expresión que domina su tradicional política de ambigüedad/disuasión : "Israel no será el primer país que introduzca armas nucleares en Oriente Próximo"

 

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Fwd: Rafael L. Bardají y Florentino Portero. Hacia la derrota final



 
 
 
 
 
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Hacia la derrota final

Rafael L. Bardají y Florentino Portero

 

 Publicado en el Suplemento Exteriores de Libertad Digital el 29 de septiembre de 2009

 

Nada sobre el papel obliga a pensar en una inexorable derrota de las fuerzas de la coalición internacional en su lucha contra los talibán en Afganistán. Pero bien puede ser que la historia se repita y que un puñado de desarrapados acabe con las ínfulas de los ejércitos más poderosos del mundo. 

 

Decía Lord Wellington que la clave de la ciencia militar reside en saber qué está ocurriendo al otro lado de la colina, imagen con la que se refería a la organización del ejército enemigo en las horas previas a la batalla. Hay quien ha afirmado que lo único relevante que Al Qaeda ha enseñado a los talibán sobre esta materia es la navegación por Internet. Lo cual no es baladí. Para cualquiera que tenga la costumbre de dedicar unas cuantas horas al día a leer la prensa norteamericana, sus blogs y los siempre apasionantes debates parlamentarios, resulta evidente qué está pasando a este lado de la colina, qué postura están adoptando los máximos dirigentes en Washington. En nuestro tiempo, las guerras ya no se ganan o se pierden en los campos de batalla, donde unos hombres de uniforme arriesgan sus vidas por unos ideales superiores. Sin restar importancia a los escenarios bélicos de Iraq o Afganistán, donde de verdad se decide el resultado no es allí, sino en lugares mucho menos heroicos: los medios de comunicación y la calle. Si los autores de este artículo fuéramos talibán, nos sentiríamos reconfortados tras un repaso de las páginas Web de referencia. Sin lugar a dudas, veríamos más cerca la victoria.

No parece que los talibán tengan dudas sobre las capacidades y la disposición al combate de los militares norteamericanos. Mucho menos, de las habilidades intelectuales de sus generales. Tanto Petraeus como McChrystal han demostrado a lo largo de sus carreras valor, inteligencia y voluntad. Ahí no está el quid de la cuestión. Cualquiera que se acerque a los medios de comunicación norteamericanos percibirá una profunda y creciente incomodidad en la Casa Blanca y el Capitolio por la Guerra de Afganistán, así como un evidente deseo de salir de allí lo antes posible. A nadie le puede extrañar. Los mismos que presionaron todo lo que pudieron, que fue mucho, para que Bush reconociera su derrota ante Al Qaeda en Iraq, los mismos que proclamaron que la guerra ya se había perdido son los que ahora gobiernan y controlan ambas Cámaras. Es verdad que entonces ya dijeron que Iraq era un error, una guerra ilegal, y que la justa, la necesaria, era la de Afganistán. Pero no nos podemos llamar a engaño. Ese era un argumento falaz que empleaban para evitar ser etiquetados, una vez más, de derrotistas. En realidad, carecen de los principios y de la disposición al sacrificio necesarios para soportar la tensión diaria de una guerra.


Durante los momentos más duros del conflicto iraquí, muchos periodistas nos preguntaron, con indisimulada felicidad, si la guerra estaba perdida. Siempre contestamos que no. Desde una perspectiva de seguridad, era evidente que había margen de maniobra. Analistas como Tomas Donnelly y Fred Kagan, del American Entreprise Institute, venían predicando desde tiempo atrás los principios que finalmente el general Petraeus incorporó a la que acabó siendo la nueva estrategia de la Casa Blanca. Pero, sobre todo, sabíamos que el presidente Bush estaba dispuesto a arrostrar cuantos sacrificios fueran necesarios con tal de vencer. No iba a ceder ante el chantaje derrotista del Capitolio ni ante los timoratos de su partido.


Gracias a la férrea voluntad de Bush, a su firme compromiso moral con la defensa de la democracia y la derrota del Islam radical, la victoria en Mesopotamia está al alcance de la mano. El trabajo más difícil ya está hecho. Ahora se trata de no cometer errores y administrar bien los tiempos. Pero hoy Bush no está en la Casa Blanca, y el nuevo inquilino no tiene sus principios morales, ni su voluntad de victoria ni los mismos votantes.

La Guerra de Vietnam trasformó al Partido Demócrata. De ser la formación de Harry S. Truman o Henry Jackson pasó a ser la de de George McGovern y Jimmy Carter. Se hizo más relativista, creció en su seno un rechazo a lo que habían sido sus valores tradicionales, una mala conciencia por su actitud firme en política internacional. Eran culpables y merecían un castigo. Uno de sus primeros logros fue la derrota en Vietnam. A punto estuvieron de conseguirlo de nuevo en Iraq. Ahora, los mismos tienen que enfrentarse al nada fácil reto de Afganistán. 


Nos tememos que Estados Unidos se prepara para la derrota en Afganistán, a pesar de que no hay razón o circunstancia alguna que la haga inevitable. Las dificultades son enormes, pero si se dota a las Fuerzas Armadas norteamericanas de la estrategia y las capacidades militares necesarias para realizar su trabajo de forma eficaz, la victoria es posible. El problema no reside ahí, sino en Washington. No es militar, sino político. No vemos ni en la Casa Blanca ni en el Capitolio la disposición necesaria para ganar la guerra. Hacen falta años y el despliegue permanente de un gran contingente para triunfar. Eso supone mucho dinero, muchas vidas y soportar un debate político diario sobre la evolución del conflicto. La vuelta a los días de Vietnam, que marcaron inexorablemente a un partido que nunca volvió a ser el mismo.


Cuando el déficit público alcanza cifras nunca antes conocidas, cuando la economía se encuentra todavía en serias dificultades, cuando sus votantes se manifiestan exhaustos por las intervenciones militares, ¿será Obama capaz de mantener unos gastos de defensa tan altos? Cuando los que le han elegido lo han hecho como rechazo a la política de Bush, ¿soportará la presión de las bolsas de plástico con los cuerpos de los jóvenes norteamericanos caídos, o el espectáculo de heridos y mutilados?


No es sólo una cuestión personal. Obama representa a un sector de la opinión pública que se decantó por él, en vez de por los más convencionales Clinton y McCain, porque quería dejar todo esto atrás. Quieren que su país renuncie voluntariamente a ser la hiperpotencia para comportarse como un país normal, que colabora con los demás de forma sincera y constructiva. Muchos incluso sienten el deseo de que, en términos del Antiguo Testamento, Estados Unidos sea castigado por la soberbia con que se ha comportado en política internacional, por haber ejercido de superpotencia. Para ellos, ser una superpotencia es una opción, que puede ser abandonada cuando se crea conveniente. Estados Unidos es el primer imperio democrático de la historia, y eso marca una clara diferencia con sus predecesores. El gobierno del pueblo supone constantes cambios de posición, algo que casa mal con la necesidad de mantener una estrategia en el largo plazo para poder defender unos intereses que son globales. Lo que la sociedad norteamericana no parece entender es que la condición de superpotencia no es electiva: se es o no se es; que esos intereses globales por defender no son ilícitos ni inmorales, son sencillamente el fundamento del modelo de bienestar norteamericano, la garantía de sus puestos de trabajo y de un más que aceptable nivel de vida.


Cuando la gran mayoría de la base electoral que encumbró a Obama no quiere que sus Fuerzas Armadas sigan en Afganistán, cuando los congresistas demócratas y el propio presidente temen el impacto que para sus intereses políticos puede tener esta campaña, cuando el establishment washingtoniano comprueba, una vez más, que sólo cuenta con un reducido número de aliados para repartir la carga..., no es de extrañar que la tentación de salir corriendo se haga evidente. El senador Russ Feingold lo ha dicho con claridad. Como representante del ala más progresista del campo demócrata, a nadie le puede sorprender que lo planteara, pero lo importante es que ya se ha abierto el debate. El general Stanley McChrystal, comandante de las fuerzas aliadas en Afganistán, se encuentra atrapado entre la coherencia de la estrategia definida por su superior Petraeus y las presiones del secretario Gates, representante de ese establishment, para que no solicite el número mínimo de tropas que la nueva estrategia requiere. Hay políticos capaces de aprobar una estrategia militar y, a continuación, boicotear su ejecución, porque su lógica responde a otras prioridades. 


El general David Petraeus había demostrado en Iraq que el Ejército ya se había adaptado a la guerra contrainsurgente. Obama no quería imponer una forma determinada de combatir la nueva amenaza. Hubiera sido un grave error irrumpir en un ámbito técnico asumiendo unas responsabilidades que acabarían volviéndose contra él. Olvidó su promesa electoral de retirar todas las tropas de Iraq en quince meses y acabó asumiendo el plan dejado por su predecesor. Más valía incumplir el compromiso con sus votantes que alterar el plan establecido por los militares y tener que responsabilizarse de frustrar una victoria. Como comandante del Mando para Asia Central (Central Command), Petraeus era también responsable de las operaciones en Afganistán. Estabilizado el teatro iraquí, Petraeus se centró en el afgano, estableciendo los principios estratégicos que fueron finalmente aprobados tanto por la Casa Blanca como por el Senado. El presidente dejó hacer, a la vista de los buenos resultados logrados, pero con un fundado temor a que sus jefes militares le llevaran a una situación semejante a la que había caracterizado los años Bush. Él no sólo no era Bush: había sido elegido para gobernar de forma muy distinta.


El carácter democrático que impregna profundamente todo el sistema político estadounidense tiene consecuencias contradictorias en el plano estratégico. Por una parte, cuando la sociedad hace suyo un conflicto, su apoyo proporciona una fuerza extraordinaria a su acción exterior. Por otra, cuando esa misma sociedad no percibe la amenaza como existencial, puede comportarse de forma voluble y hacer de su país un actor extraordinariamente vulnerable. Cualquier enemigo de este gran país sabe que ese es el campo de batalla prioritario, y que siempre encontrará valiosos aliados en los medios de comunicación y en los políticos progresistas. Los norteamericanos son la primera gran potencia de la historia que cree, como resultado de su voluntarismo y espíritu democrático, que una guerra es como un autobús de línea, en el que uno se sube o se baja en la parada que le conviene. La realidad es muy distinta. Una guerra se sabe cuándo empieza pero nunca cómo y cuándo se acaba. Lo único seguro es que Estados Unidos saldrá victorioso o derrotado de Afganistán. La primera opción, tanto Petraeus como McChrystal lo han dejado claro, requiere tiempo, mucho dinero y el sacrificio de muchas vidas. No hay atajo para salir de aquellas tierras salvo el reconocimiento de la derrota. Se pueden montar campañas de prensa para culpabilizar a los afganos y paquistaníes del fracaso, pero eso no cambiará las cosas. Los afganos ya eran así antes de que Bush ocupara el país o de que Obama sugiriera en inolvidable ocurrencia invadir Pakistán. 


El Partido Demócrata ha llegado al convencimiento de que sus electores no aceptarían las consecuencias de aplicar el plan elaborado por el general McChrystal. No se trata de que la Administración Obama esté o no de acuerdo con los fundamentos de la estrategia planteada por sus jefes militares. No estamos ante un debate estratégico, sino ante la decisión racional de aceptar la derrota militar antes que afrontar una situación que les llevaría a un divorcio con su base electoral. Es la política, estúpido, no la guerra lo que manda. Todo apunta a que McChrystal se encontrará con una negativa a la solicitud del envío inmediato de 40.000 hombres, primer paso para la ejecución de la nueva estrategia. Si el presidente no logra satisfacer sus peticiones, cabe pensar que tanto McChrystal como posiblemente Petraeus presenten su dimisión, lo que daría paso a la designación de nuevos jefes militares que tendrían como primera misión preparar una estrategia de salida. Se mantendría una importante presencia sobre el terreno durante un tiempo, para luego iniciar una retirada ordenada. La culpa recaería sobre la Administración Karzai, por su fracaso a la hora de levantar un Estado mínimamente eficaz, condición sin la cual resultaría imposible lograr la victoria. Estados Unidos habría hecho todo lo que estaba en sus manos, pero sin la sincera y comprometida colaboración de los propios afganos no tenía ningún sentido seguir exponiendo la vida de miles de jóvenes norteamericanos.

La campaña de márketing que se nos avecina –comenzando por la denuncia de que Karzai es un gobernante corrupto – puede salvar al Partido Demócrata de un varapalo en las elecciones de mid-term el año que viene y, quién sabe, a Obama de una derrota en las próximas presidenciales, sobre todo si los republicanos continúan sin levantar cabeza, pero no podrá ocultar las gravísimas consecuencias estratégicas de la derrota. Estados Unidos habrá sido de nuevo derrotado, y mostrado al mundo el camino para volver a hacerlo.

Grupos radicales de toda condición se verán estimulados a seguir los pasos de las guerrillas talibán en muy distintas partes del planeta. La autoridad de las grandes potencias es tan importante como sus capacidades económicas o militares. ¿De qué valen grupos navales, las alas tácticas o brigadas dotadas de los últimos medios si no se está dispuesto al sacrificio? Estados Unidos volverá a ser el tigre de papel, la gran potencia que abandona a sus aliados y que se retira en cuanto encuentra una resistencia firme. El islamismo celebrará con razón su victoria, y millones de jóvenes sentirán cómo su causa nacionalista converge con la agenda fundamentalista, con gravísimas consecuencias para la estabilidad de muchos países de mayoría musulmana. El terrorismo aumentará sus acciones contra intereses norteamericanos dentro y fuera del territorio de la Unión. Afganistán caerá de nuevo en manos radicales, y pasará factura a aquellos que cometieron el error de confiar en Washington y en la OTAN, como ya pasara en Vietnam o en Irán. Celebrará su tercera victoria sobre una gran potencia, al tiempo que su territorio volverá a convertirse en centro de entrenamiento, mando y control de operaciones del yihadismo en todo el planeta.


Pakistán, que apoyó a los talibán, recientemente comenzó a combatirlos, al percibir que el islamismo era ya un problema para su estabilidad. En cuanto se convenza de la disposición de Obama a retirarse, volverá a estrechar lazos con los radicales, que, mucho más fortalecidos, se convertirán en una fuerza de referencia en el país de los puros, hasta el punto de poner en peligro la siempre inestable democracia o incluso trasformarla en el primer emirato islamista dotado de armas nucleares. Un hecho que, de inmediato, tendría gravísimas consecuencias sobre las relaciones con la India. Rusia se sentirá aliviada al ver que también Estados Unidos sale humillado de aquellas montañas, y no dudará en aumentar sus presiones sobre una Administración débil, necesitada de trasformar nuevas concesiones en acuerdos internacionales. Y qué decir de la OTAN, que fue a Afganistán con la idea de repetir su exitosa misión en Bosnia y que a la postre se ha visto enfangada en un conflicto del que no sabe cómo escapar. La Alianza Atlántica ha vivido en Afganistán su primera gran guerra, y si los americanos la dan por perdida será la última que libre. Su penoso papel en ese escenario, del que da buen testimonio el informe presentado recientemente por el general McChrystal, será su acta de defunción.


Obama se ve a sí mismo como un presidente que marcará una época, y tiene razón. De la misma forma que Ronald Reagan puso las bases para vencer en la Guerra Fría, inaugurar una época de gran desarrollo económico, social y científico y afrontar el nuevo siglo con unas coordenadas claras, Obama asume el declive norteamericano y la centralidad estratégica del área del Pacífico, tanto tiempo anunciada. Estados Unidos está comunicando al mundo su voluntad de dejar de ser una gran potencia y el mundo está tomando nota. 


Quienes se regocijan viendo una América postrada, déjennos ser claros: el mundo libre y democrático necesita de una América que lidere y salvaguarde la paz y la libertad. De la misma forma que necesita evitar a toda costa una derrota en Afganistán. Los costes y las implicaciones negativas no sólo para los afganos y para la región, sino para todo el mundo, son incalculables ¿Quién o qué evitaría la desintegración de Pakistán? ¿Quién o qué evitaría que caigan armas nucleares en manos terroristas? ¿Quién o qué podría ser tomado en serio por fanáticos como Ahmadineyad? ¿Quién sería capaz de confiar en América y hacer depender su seguridad de la política de Washington? La salida precipitada de las fuerzas norteamericanas de Afganistán es la mejor ruta para un mundo sin autoridad ni respeto a las normas internacionales, para un mundo sin América. Un mundo, en suma, mucho más inestable, frágil y peligroso. Aunque no lo parezca, eso es lo que nos estamos jugando en Afganistán.

 

 

Libertad Digital

 

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martes, 29 de septiembre de 2009

Fwd: Ana Jerozolimski. LA INCREIBLE NORMALIDAD EN MEDIO DEL CONFLICTO


 
 
 
 
 
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LA INCREIBLE NORMALIDAD EN MEDIO DEL CONFLICTO

 

Ana Jerozolimski

Jerusalem

 

.. La vida diaria en Israel, en lo relacionado a la coexistencia entre judíos y árabes, tiene una normalidad que resultará increíble a cualquier observador llegado de afuera y conocedor de la realidad únicamente en base a los titulares de la prensa mundial.

 

Acabo  de estar en el shopping más grande de Jerusalem, el "Kenion Malja". Como suele suceder, había allí gran movimiento .Pero lo más evidente fue la presencia de gran cantidad de árabes.

 

Aunque no hubiésemos sabido que los musulmanes festejan estos días Id –el-Fiter-la celebración que pone fin al mes sagrado del Ramadan-, las escenas en el shopping de Malja nos lo habrían recordado.

 

Familias enteras con niños de todas las edades, comprando, paseando y sentados en los restaurantes y cafés del lugar. Grandes grupos de jovencitas y muchachos-cada uno llegó con sus amigos-disfrutando de sus vacaciones por la fiesta. Cuatro chicas corrían divertidas-dos de ellas con la cabeza cubierta y otras dos de aspecto más "secular"- , hablando a viva voz, en árabe, del tercer piso hacia el segundo-por una especie de balcón abierto que permite el contacto- al descubrir, felices, a otras compañeras que habían bajado.

 

Evidentemente, sabían que no tenían lo que temer. Cabe suponer que así como a muchos clientes judíos en el lugar no les hacía gracia ver "tantos árabes", a ellos, a los árabes, no les entusiasma ir al "shopping de los judíos". Es natural....de por medio, recordemos, hay recelo y conflicto.

Pero el hecho es que a los primeros no se les ocurre hacer nada para que los árabes no vengan y a los árabes no les molesta venir. Y nadie lleva a su familia, a sus hijos, lo más querido que tiene, a un lugar donde cree que puede correr peligro.

 

 

En las distintas entradas al shopping, en cada una de las cuales hay un guardia, cada uno pasaba , como siempre, colocando su cartera o cualquier bulto que llevase , para que sean revisados, mientras que el detector de metales era el único encargado de "chiflar" si algo estaba mal. Sonaba cuando pasaba un judío que se había olvidado de sacar las llaves del bolsillo o cuando un árabe pasaba con el celular en la mano. Ambos sonaban por igual. A nadie revisaban diferente.

 

Y así debe ser .

 

Cuando nuestra querida amiga y colega , la conocida escritora y periodista Blanca Rodríguez de Canal 10 (de Uruguay) visitó Israel en noviembre del 2007, comentó que le impactó la naturalidad con la que judíos y árabes pasaban uno al lado del otro en Jerusalem , como si no hubiese conflicto de por medio.

Claro, el conflicto no desaparece porque los árabes aprovechen de un rato de ocio en Id-el-Fiter para ir a Malja. Pero sería bueno que muchos críticos de Israel se peguen un salto a ver esta parte de la realidad de todos los días....tan normal en el Estado de Israel.

 
 
 

 
 

 
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Fwd: Ana Jerozolimski EL COMPLEJO ENFOQUE DE EGIPTO



 
 
 
 
 
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EL COMPLEJO ENFOQUE DE EGIPTO

Ana Jerozolimski

Semanaio Hebreo. Uruguay

 

La reacción del Ministro de Cultura de Egipto Faruk Hosny al hecho que no él fue el elegido para encabezar UNESCO , sino la diplomática de Bulgaria Irina Bokova, confirma lo acertado de la posición israelí de no aprobar su candidatura.

 

Según Hosny, perdió por culpa de "los países europeos y los judíos del mundo"...y por la conspiración "cocinada en Nueva York". Allí están los judíos del mundo con sus tentáculos peligrosos, impidiendo que un defensor de la cultura y las libertades llegue al puesto que se merece....

 

¿No habrá tenido algo que ver la declaración formulada el año pasado por Hosny diciendo que mandará quemar cualquier libro israelí que llegue a Egipto? ¿No será que nadie creyó en la autenticidad de sus disculpas, comprendiendo que nadie dice una barbaridad así si no es un extremista, y que las disculpas llegaron únicamente porque vio el revuelo que causó y comprendió que no le ayudaría a ocupar el ansiado cargo al frente de la UNESCO en París?

 

Egipto es un país de gran importancia en Oriente Medio. El liderazgo del Presidente Husni Mubarak es clave en el marco del diálogo de paz con Israel. Ha dicho y recalcado repetidamente que la guerra ya no es una opción. Eso es clave y lo deben tener presentes los israelíes todos.

 

Pero ello no significa que todo esté bien, por más que Egipto haya sido el primer país árabe en firmar la paz con Israel, el 26 de marzo de 1979.

 

En la prensa egipcia suelen publicarse ataques venenosos contra Israel, que van mucho más allá de la legítima crítica. Esta semana, salió una nueva caricatura del Premier Netanyahu, con su rostro diabólicamente deformado, en el periódico "Al Ahram". El argumento oficial egipcio de que "no controlamos la prensa" debe ser tomado con pinzas, claro está.

 

El tema de fondo no es la prensa supuestamente libre sino el ambiente que se vive en Egipto respecto a Israel. Dirán algunos que la explicación radica en las políticas de Israel. Es legítimo que los egipcios discrepen , critiquen y consideren inaceptables las políticas de Israel. Pero lo que sucede allí en amplios sectores da a entender claramente que lo que les molesta no es tal o cual política de Israel, sino la paz firmada entre ambos países.

 

En el ya mencionado "Al Ahram" hay justamente un escándalo de turno, por la invitación de una de sus principales periodistas, la Dra. Ala Mustafa, al Embajador de Israel Shalom Cohen a visitar la redacción. Están considerando expulsarla del periódico, a pesar de una destacada trayectoria, así como también  del sindicato de periodistas. Elocuente, sin duda....

 

Estos escándalos de turno, claro está, siempre son preferibles a las guerras y los muertos . Siempre serán mejores que ir al campo de batalla. Pero ello no quita que sea legítimo preguntarse qué significa la paz para Egipto y por qué , más de tres décadas después de firmada, sigue siendo tan difícil traducirla en una verdadera atmósfera de buena vecindad.

 
 
 
 

 
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La insoportable levedad europea (con Irán)

Posted: 28 Sep 2009 02:59 PM PDT

Un poco de calma por favor. No hay que acojonarse por el hecho de que Ahmanideyah se haya puesto a lanzar cohetes como un loco. Ya lo ha dicho Javier Solana, el responsable de política exterior de la UE. "Es una preocupación", ha declarado.

Y uno, que es de sangre caliente, admira la entereza y los nervios de acero (y por qué no decirlo, los huevazos) de los políticos, que ojalá pudiéramos imitar el resto de los ciudadanos.

-- Oye Manolo ¿qué te ha salido en la cabeza?
-- Nada, una preocupación
-- Joder macho, pues parecen unos cuernos del tamaño de un piano

El presidente por accidente iraní lleva una semana dando muestras prácticas de una agresividad bélica fuera de duda.

1-) Acusa a Occidente de complicidad "en los crímenes del sionismo"
2-) Se descubre que posee una importante instalación nuclear secreta para fabricar bombas atómicas
3-) Prueba todo tipo de cohetes (Sahbah 3, Shabah 2, Zelzal, Fateh, Tondar...) capaces de llevar esas bombas

Y aquí se responde que eso es "una preocupación". Las palabras de Solana dan una pista del peligroso camino que puede seguir la Unión Europea en el asunto de la amenaza nuclear iraní. Emplear un lenguaje bastante alejado de la realidad para no tener que tomar decisiones.

Una preocupación es que tus hijos saquen malas notas en el colegio o que el coche haga un ruido extraño. Lo de Ahmanideyah es una amenaza en toda regla. Washington, París y Londres lo han llamado "provocación". ¿Y la UE? Vamos señor Solana, repita a-me-na-za.

Texto: Por supuesto que nuestras instalaciones nucleares son para usos pacíficos. ¿Por qué lo preguntan?



lunes, 28 de septiembre de 2009

Fwd: Esther Shabot . Ahmadinejad: la gota que derramó el vaso



 
 
 
 
 
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Ahmadinejad: la gota que derramó el vaso

Esther Shabot

Diario Excelsior de México

27/09/09

 

Peor imposible. Así podría describirse la comparecencia del presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York el miércoles pasado. El show que protagonizó un día antes el presidente libio Muammar al-Gaddafi, con su caótica y larga perorata, fue el preludio de lo que aún faltaba por llegar. El discurso del controvertido líder iraní constituyó un refrito de las obsesiones patológicas que lo han caracterizado desde siempre. Abundaron en él las acusaciones a Occidente de hipocresía e imperialismo, las diatribas en contra del Estado de Israel al que calificó con los peores adjetivos, las afirmaciones de corte antisemita clásico en el sentido de atribuir toda clase de conspiraciones malignas de alcance mundial al pueblo judío, la negación una vez más de la verdad histórica del holocausto judío a manos del nazismo, y las alusiones al derecho que tiene su país a desarrollar potencial nuclear, sin mencionar en absoluto las intenciones más que claras de su régimen de obtener armamento de ese tipo.

Por supuesto, no faltó tampoco el autoelogio al hablar de los resultados de las elecciones de junio pasado, declarando: "Nuestra nación ha pasado por una gloriosa y absolutamente democrática elección, abriendo así un nuevo capítulo para nuestro país en su marcha hacia el progreso nacional y el mejoramiento de nuestras relaciones internacionales… los votantes iraníes me manifestaron su confianza a través de una amplia mayoría." Estas aseveraciones son plenamente sintomáticas de la conocida tendencia sicótica del presidente iraní a negar la realidad, por más evidente que ésta sea, para presentar un panorama diametralmente opuesto y siempre afín a los objetivos mesiánicos y estratégicos que han caracterizado a su gestión. No en balde mientras él hablaba una importante cantidad de delegados fueron abandonando el recinto en protesta a lo que estaban escuchando. Por su parte, el ministro de relaciones exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier expresó que lo dicho por Ahmadinejad era intolerable y que este personaje era en efecto, una desgracia para su país.

El discurso de odio emitido por Ahmadinejad ha reforzado sin duda la conciencia internacional del peligro inherente a la carrera nuclear en la que Irán está empeñado. Y por si fuera poco, hace dos días apareció la noticia, divulgada por el propio Irán, que este país tiene ya lista una segunda planta nuclear, desarrollada en secreto y sin el conocimiento de la Agencia Internacional de Energía Atómica. Esto provocó que poco antes de la apertura oficial de la reunión del G-20 en Pittsburgh, los máximos líderes de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia emitieran indignados una fuerte condena al país persa y advirtieran que Teherán enfrenta una fecha límite para cumplir con las exigencias internacionales al respecto. De fallar en este compromiso, la amenaza es que le serán impuestas más fuertes sanciones.

El presidente francés Nicolás Sarkozy, al advertir que el plazo vencerá en diciembre próximo, señaló que "Irán está conduciendo a la comunidad internacional por un camino peligroso, por lo que no podemos permitir a los líderes de ese país ganar más tiempo mientras los motores de las centrifugadoras atómicas continúan funcionando."

Al parecer, Ahmadinejad ha cruzado esta semana una línea roja. Cada vez es mayor el consenso acerca de la amenaza gigantesca que significa para el mundo la carrera nuclear iraní, al grado que el presidente Barack Obama ha maniobrado para acercar a Rusia y a China a las posturas que al respecto sostienen los países occidentales. Por lo pronto, el presidente Dimitri Medvedev parece haber abandonado su reticencia a imponer mayores sanciones a Teherán, y aunque China aún se resiste a sumarse a la voluntad de sus compañeros en el Consejo de Seguridad de parar a Ahmadinejad, es posible que termine por renunciar a su veto a las sanciones, no obstante la estrecha interdependencia energética y de negocios que existe entre Beijing y el régimen de los ayatolas. Nada más deseable pues que éste reconsidere y calcule el enorme costo que le implicará seguir engañando a la comunidad internacional. Porque no sólo sanciones más severas estarían a la puerta, sino que incluso un operativo militar de consecuencias imprevisibles podría estarse gestando como producto de la alarma que justificadamente corre en el mundo ante el panorama ominoso de un Irán en posesión de bombas atómicas

Cortesia Samuel Auerbach 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
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