viernes, 1 de octubre de 2010

Fwd: Clifford D. May Paz sí, pero no ahora



 
 
 
 

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Paz sí, pero no ahora
Clifford D. May
Libertaddigital.com

"Si en este momento las negociaciones no pueden ser el camino para la paz, ¿qué puede serlo? La derrota, en frentes múltiples, de los que el presidente Obama prefiere llamar "extremistas violentos".
 
 
26/9/2010

 
En una reciente reunión informal con burócratas de política exterior y mercaderes de opinión, el ex jefe de Estado de una nación aliada decía que él estaba aconsejando al presidente Obama que presionara a fondo para alcanzar una solución rápida al conflicto palestino-israelí.
 
La mayoría de asistentes a la reunión asintió con la cabeza. Me mordí la lengua, esperé a que hicieran una pausa y luego aproveché para abordar al estadista cerca de las máquinas de café y té. "¿Le puedo hacer una pregunta?", dije yo; él me contestó amablemente que sí.
 
Señor, si usted fuera Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, ¿Haría las paces con los israelíes? Por una parte, usted entiende que la paz sería de enorme ventaja para su pueblo al igual que para los israelíes. Por otra parte, usted sabe que aunque tiene el poder en Cisjordania, Hamás gobierna Gaza. Y que por razones teológicas y de política, Hamás rechaza aceptar la existencia de una nación en Oriente Próximo liderada por no musulmanes.
 
Es más, Hamás es financiada y entrenada por un régimen iraní que también quiere borrar del mapa al Estado judío. Teherán está procurando tener armas nucleares pronto para utilizarlas en busca de esa meta.
 
¿No cree usted que si firmara un tratado de paz con Israel, como hizo el presidente egipcio Anwar Sadat en 1979, usted acabaría como Sadat que, en 1981, fue asesinado por autoproclamados yihadistas?
 
(Dato histórico: la fatwa que daba luz verde al asesinato de Sadat fue obra de Omar Abdel-Rahman, clérigo egipcio que se fue a vivir a Estados Unidos para predicar en mezquitas americanas llamando a la "yihad contra el infiel". Su carrera se acabó en 1996 cuando el fiscal federal Andrew C. McCarthy logró encerrar a cadena perpetua al "Jeque Ciego" por su papel en el primer atentado contra las Torres Gemelas).
 
El estadista reconoció que requeriría mucho valor por parte de Abbas para finiquitar el conflicto con Israel en este momento. Eso significa que Abbas necesitaría el apoyo sólido de aquellos entre nosotros comprometidos con la paz. Y pregunto: ¿Cómo mostraríamos ese apoyo? ¿Su país estaría dispuesto a dotar de guardaespaldas a Abbas? ¿Debería Abbas aceptar una guardia pretoriana integrada por extranjeros? Si él lo permitiera, sería una situación incómoda, pero siempre se puede encontrar soluciones a esos problemas.
 
Seguí abusando de la amabilidad del jefe de Estado y le pregunté: ¿Qué concesiones cree usted que el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu debe hacer, sabiendo que un acuerdo de paz podría acabar con el derrocamiento de Abbas y su reemplazo podría ser alguien que no se sintiera comprometido a cumplir ninguna de las promesas hechas por Abbas?
 
La retirada israelí del sur del Líbano y de Gaza no sirvieron para fortalecer la causa de la paz. Más bien, ambos territorios se convirtieron en bases terroristas desde las que se han lanzado misiles contra ciudades israelíes. ¿Qué evitaría que sucediera lo mismo en Cisjordania, adyacente a centros de población importantes de Israel?
 
Me dijo que sería necesario desplegar fuerzas internacionales de pacificación. Le indiqué que ya se desplegó ese tipo de tropas en el sur del Líbano al acabar la guerra que allí lanzó Hizbolá en 2006. Sin embargo, Hizbolá ha logrado importar miles de misiles que en estos momentos apuntan contra Israel. ¿No es obvio que no se puede confiar en las fuerzas internacionales para defender a los israelíes? De hecho, ¿no es obvio que la ONU –en la actualidad manipulada rutinariamente por Irán y otros miembros de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI)– se ha convertido en aliada de facto de los enemigos de Israel?
 
Con eso como contexto, ¿Aconsejar al presidente Obama para que presione a fondo para alcanzar una solución rápida al conflicto palestino-israelí será el curso a seguir más inteligente? ¿No parece probable que esa iniciativa lleve, paradójicamente, a un mayor derramamiento de sangre? Él sugirió que el problema es complejo, demasiado complejo para encontrarle la solución durante la pausa de una conferencia. Y seguidamente me dijo muy educadamente "con permiso" y se fue.
 
Sin embargo, su perspectiva sigue siendo la ortodoxia, aún más ahora que se retomó la negociación directa entre palestinos e israelíes después de un hiato de año y medio. Lo que me temo es que él y otros no sean capaces de darse cuenta que Israel está en guerra con palestinos, árabes y la mayor parte del "mundo musulmán" y no por lo que hace sino por lo que es: el último, minúsculo, trozo de tierra entre Marruecos y Pakistán que no está bajo alguna forma de régimen islámico.
 
Si en este momento las negociaciones no pueden ser el camino para la paz, ¿qué puede serlo? La derrota, en frentes múltiples, de los que el presidente Obama prefiere llamar "extremistas violentos". Si se lograra frustrar las ambiciones nucleares de Irán, si se pudiera debilitar aún más a Al Qaeda, si Hamás perdiera el poder en Gaza y si Hizbolá no lograse alcanzar el poder en el Líbano, entonces podría dar inicio finalmente un significativo "proceso de paz". Reduzca la presión de los yihadistas y palestinos e israelíes podrían encontrar la forma de vivir como vecinos.
 
La idea de que puede haber una paz separada para israelíes y palestinos es atractiva, al igual que la teoría de que esa paz reduciría el impulso que guía a los regímenes, movimientos y grupos yihadistas que están librando una pugna civilizacional contra Occidente. Pero esa idea de paz es ficticia y la teoría es incorrecta. Hice lo que pude para transmitirle ese mensaje al ex jefe de Estado. Pero no estoy convencido de haber tenido éxito.
 
©2010 Scripps Howard News Service
©2010 Traducido por Miryam Lindberg
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Clifford D. May, antiguo corresponsal extranjero del New York Times, es el presidente de la Fundación por la Defensa de las Democracias, institución investigadora dedicada al estudio del terrorismo

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