lunes, 29 de noviembre de 2010

Vota por Pilar Rahola - merecedora del Hasby Awards 2010 NYC



Hola a todos:

Nuestra amiga Pilar Rahola esta en una lista compitiendo por el Hasby Awards 2010 NYC.
Es una universidad de Nueva York que estan votando, por Internet, los
premios  2010 Hasby Awards. Es sobre Hasbara, de ahi el nombre Hasby

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Saludos
dori lustron
 

La histeria antiisraelí
El principal enemigo del pueblo palestino palpita en su interior.
Por Pilar Rahola 

Entiendo que nos quieran borrar del mapa, pero no pretendan que cooperemos con ustedes para lograr ese objetivo". El hecho de que esta vieja frase, de una cáustica Golda Meir a los dirigentes palestinos, sea tan vigente en la actualidad nos da la medida de la tragedia que sufre Tierra Santa desde hace décadas.

En realidad, esa misma frase yace en la drástica decisión militar que ha tomado el Gobierno israelí, y que lo ha vuelto a poner bajo el punto de mira -y de ira- planetario: la necesidad de frenar el permanente intento de destrucción de Israel.

Como decía recientemente el profesor Joan B. Culla, ante la incursión militar del Tsahal en la franja de Gaza caben múltiples reacciones y algunas tienen un sentido crítico justo. Pero como abundan las reacciones histéricas, carentes de cualquier atisbo de reflexión serena, estrictamente basadas en el maniqueísmo y el prejuicio, será necesario hacerse algunas preguntas al albur de los hechos.

Lo escribía hace poco el periodista Ari Shavit en Haaretz:"La operación Plomo Fundido es una operación justa. Y es, también, una operación trágica". Discrepo del término "justo" porque, como también decía Golda Meir, "las guerras no nos gustan, ni cuando las ganamos". Nunca puede considerarse justa una incursión militar que provoca decenas de muertos, aunque tenga como objetivo la destrucción del operativo militar de Hamas. Pero, ¿puede considerarse inevitable?

Algunos intelectuales, como Amos Oz, ya han alertado de que la incursión en Gaza implicará una nueva gran campaña contra Israel. Pero incluso la izquierda israelí mantiene una posición muy tibia respecto a la incursión. Yes que la decisión de atacar a Hamas llega después de un tremendo cansancio de la sociedad israelí, harta de no encontrar ninguna salida ni ninguna esperanza. Y harta de saber que el otro lado trabaja incansablemente para destruirla.

Veamos, pues, las preguntas, dirigidas especialmente a los pancartistas que vociferan su odio a Israel por las calles de nuestras ciudades, la mayoría sospechosos habituales, desde los convencidos de la izquierda intolerante, siempre preparados a levantar el puño contra Israel, hasta los múltiples sectores del islamismo. Curioso, por cierto, este pornográfico compadreo. Los que salen a la calle dicen hacerlo a favor de la libertad de Palestina.

Bien, ¿dónde han estado durante todos estos años en que han crecido fenómenos fundamentalistas que oprimían hasta el delirio a los propios palestinos? ¿Hamas tiene algo que ver con la libertad, o tiene todo que ver con el fascismo de corte islamista? ¿La libertad se defiende adiestrando a niños para el suicidio y esclavizando a mujeres? ¿La libertad la defiende Irán, país que sostiene económicamente a Hamas? ¿Es la libertad el patrimonio de los terroristas de Hizbulah?

Dicen, también, que salen a la calle por solidaridad. Bien. ¿Solidarios con quién? ¿Con Mahmud Abas, el presidente palestino, que ha sido menos crítico con la incursión que cualquier pancartista europeo? ¿Con los palestinos que no están de acuerdo con el uso de los fondos de ayuda a Palestina para armar ejércitos y preparar atentados? ¿Se han preguntado qué ocurre con esos fondos? ¿La solidaridad con los palestinos se defiende minimizando el terrorismo y perdonando las agresiones de Hamas? ¿Se defiende la paz aupando a líderes palestinos que no creen en ella?

Es cierto que, contra Israel, la izquierda intolerante vive mejor. Y es cierto también que, a realidades complejas, la masa vociferante prefiere la simpleza de los malos y buenos. Pero más allá de los prejuicios, los hechos son tozudos. Israel se retiró de Gaza, dejando intactas las estructuras económicas que había creado. Hamas las destruyó todas y aprovechó la retirada para volver a preparar un ejército de destrucción. Y centenares de misiles después continúa preparándose para ello.

El silencio de esa izquierda, hoy tan gritona, ha sido muy significativo. Lo que está ocurriendo en Gaza es trágico. Pero no empezó con la incursión de Israel. Y cargar todas las culpas contra Israel es cómodo y es simple, pero no sirve de nada. Porqué el principal enemigo del pueblo palestino palpita en su interior.

Pilar Rahola
La Vanguardia. Barcelona.
06/01/2009





Sobre Israel opinamos todos

Sobre Israel opinamos todos


Pidiendo explicaciones

Posted: 28 Nov 2010 02:02 PM PST

¿Quién ha dicho que España está acabando con sus tradiciones? Qué va, hombre. Ahí está algo tan entrañable como escribir cartas. Que se lo pregunten a los militares israelíes, como el coronel Bentzi Gruber, que están recibiendo en sus domicilios cartas con fotos de cadáveres de niños palestinos junto a la pregunta "¿Cómo explicas ésto a Dios?". Según el servicio postal israelí la mayoría de las cartas proceden de España. En el fondo es una forma de decir: "sabemos dónde vives y consideramos a tu familia tan culpable como tú, judío". Otra vieja tradición española. Las cartas llevan el remite de "Rodríguez". No se admiten chistes. Pero vamos, que ya están los de siempre dando la cara. Como siempre. Igualito que aquel profesor que hace unos meses hizo escribir a sus alumnos (niños de educación infantil) cartas a Shimon Peres tachando a los israelíes de genocidas.

Pero permitan los lectores que un servidor no se crea está vez la versión de los israelíes. Las cartas no vienen de España. Tengo pruebas. Verán si de verdad las cartas hubieran sido escritas por españoles no dirían "¿Cómo explicas ésto a Dios?"
Sino algo así como
"Tronko Kmo esplikas sto a ese en kien no kree ndie aki ya?"
(Y eso tras haber pasado por el curso online de escritores de ese grupete que si eres israelí te da con la puerta en las narices y luego se rila).
Es más ni siquiera pediría explicaciones ¿para qué si la culpa siempre es de Israel? Diría algo así como: "Tron, la Kulpa de sto es tya".

Además, si quien recibe la carta no cree en Dios (posibilidad real, dado que en Israel no te lapidan por ser ateo) lo de las explicaciones le da igual. Y si cree (otra posibilidad real, dado que en Israel no te ridiculizan por creer) sabe que Dios cuando pide explicaciones ya conoce la respuesta. Parece alguno de mis jefes.

A los remitentes, en el fondo, les importan poco las explicaciones. Que las hay. Ni les importa el dolor ajeno; ni el de las familias de esas víctimas de la guerra que aparecen en las fotos, ni el de las familias a las que éstas llegan. Lógico, tampoco saben lo que es una guerra. Algo que sólo conocen por los videojuegos y que para ellos no es más que un concepto que les permite una actividad social, en muchas ocasiones lucrativa. A ellos lo que les importa, lo que les gusta, lo que les pone, es lo de las listas de enemigos, con fotos, direcciones y datos personales. Y tratar de amedrentar desde el anonimato, claro.

A mi me importan poco las explicaciones que los militares israelíes les tengan que dar a Dios. En cambio en un país donde un millón de personas comen todos los días de la caridad porque no llegan a fin de mes, estaría bien que se explicara porqué tenemos que dar dinero de nuestros impuestos a asociaciones que fomentan este tipo de comportamientos propios de un El Padrino de serie B. ¿Quién nos van a explicar esto a los españoles?



sábado, 27 de noviembre de 2010

Fwd: Henrique Cymerman. Tel Aviv se moderniza como ciudad del Estado de Israel ---c/archivo adjunto



 
 
 
 

Dori Lustron
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Tel Aviv se moderniza como ciudad del Estado de Israel

 

"El hedonismo es la única religión que une a los habitantes de Tel Aviv. Su único Dios es el DJ y los únicos santuarios son los cuerpos de sus habitantes", escribe la popular guía turística Lonely Planet

 

Henrique Cymerman

La vanguardia

Tel Aviv. Corresponsal

|25/11/2010

 

El 11 de abril de 1909, un grupo de 66 judíos se reunieron en algunas dunas de arena, al norte de la antigua ciudad portuaria de Jaffa para participar en una de las loterías de propiedad inmobiliaria más improbables de la historia.

 

Un relojero de Lodz, Akiva Weiss, pasó una lata llena de conchas numeradas designando las parcelas en las que se esperaba que los participantes se construyeran sus viviendas. Muchos eran inmigrantes de Europa del Este que vivían en los abarrotados barrios árabes de Jaffa.

 

Les atraía aquella lotería no sólo por la promesa de casas con jardín y brisa del mar, sino también por el sueño de renovación nacional -aunque los aspectos estrictamente sionistas del proyecto tuvieron que ser minimizados.

 

A final de cuentas el terreno en el que los judíos esperaban construir era parte del Imperio Otomano. Hubiera sido imprudente desagradar al sultán turco, el pretendiente del califato musulmán y defensor del Islam. El folleto para la urbanización, sin embargo, señalaba su propósito histórico.

 

Declaraba que el nuevo barrio junto al mar Mediterráneo con el tiempo se convertiría en la "primera ciudad hebrea", donde, gracias al trabajo duro, los judíos podrían refutar los estereotipos antisemitas que les representan como parásitos urbanos.

 

Se trataba de una iniciativa polémica incluso entre los judíos que vivían en Palestina. Muchos temían que la urbanización lo convirtiera en un gueto judío vulnerable. El proyecto se volvió aun más improbable después de que estallara la Primera Guerra Mundial y las autoridades otomanas evacuaran a los residentes judíos de la zona costera.

 

Sin embargo, menos de 40 años más tarde, David Ben-Gurión leyó la declaración de independencia de Israel en el Museo de Tel Aviv sobre el majestuoso y arbolado Boulevard Rothschild, no muy lejos del lugar en la playa donde el sorteo había tenido lugar.

 

El padre fundador de Israel pudo apostar por la proclamación de independencia en parte porque la población de la primera ciudad hebrea había crecido a más de 250.000 habitantes y se había convertido en el baluarte económico y político del estado judío naciente.

 

Tel Aviv, a continuación, serviría como centro de mando militar durante la guerra de 1948, que duró un año, en la que Israel combatió contra cinco ejércitos árabes invasores.

 

En 1933, los nazis cerraron la escuela de arte Bauhaus de fama mundial. Varios arquitectos judíos asociados con el movimiento modernista emigraron a Tel Aviv y fueron los pioneros en una ola de construcción de la Bauhaus en la ciudad. Hoy en día más de 3.000 edificios Bauhaus todavía permanecen allí, más que en cualquier otra ciudad del mundo.

 

Es la ciudad designada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad por su abundante arquitectura Bauhaus. En 1923, Meir Dizengoff, uno de los promotores de la lotería en las dunas, se convirtió en el primer alcalde de la ciudad. Fue una figura destacada, autocrática, que a diario recorría a caballo su ciudad en expansión.

 

Dizengoff respaldó la comunidad empresarial, incluso cuando la línea oficial sionista proclamaba la superioridad moral de los kibutzim y el "movimiento de los trabajadores."

 

Contra las acusaciones socialistas de que el materialismo descarado de Tel Aviv reflejaba los valores corruptos que los judíos habían aprendido durante su exilio, Dizengoff promovió abiertamente la iniciativa empresarial y el capital privado. Creer que el comercio deforma el carácter judío, argumentó, era aceptar los estereotipos anti-semitas.

 

"Tel Aviv fue fundada por la iniciativa de los particulares", escribió. "La victoria de Tel Aviv es la victoria de la clase media." En noviembre de 1947, la Asamblea General de Naciones Unidas votó la partición de Palestina en dos distintos estados, árabe y judío.

 

Casi de inmediato, unidades del Ejército de Liberación Árabe entraron en Jaffa y lanzaron ataques contra la vecina Tel Aviv. Durante la posterior Guerra de la Independencia, aviones de guerra egipcios bombardearon Tel Aviv, y el ejército egipcio avanzó hasta un punto a 20 millas al sur de la ciudad. Desde entonces, en los últimos 62 anos, la ciudad tiene fama de ser un autentica isla.

 

Incluso en la segunda guerra del 2006 un millón de israelíes que viven a tan solo 70 kms en el norte del país pasaron 5 semanas en los refugios mientras que en Tel Aviv la vida continuaba como siempre.

 

Muchos del norte fueron invitados a la ciudad para ahorrar los traumas de la guerra. El año pasado la primera ciudad hebrea celebró su centenario. Famosos y dignatarios de todo el mundo se unieron a las festividades, a menudo expresando admiración por la ciudad mas dinámica y cosmopolita de Israel.

 

En contra de los pronósticos de los escépticos, el barrio en las dunas no se convirtió en un gueto: Tel Aviv es ahora la ciudad más próspera, tolerante, y empapada de cultura de Oriente Medio. La reciente explosión cultural de Tel Aviv, fue posible en gran medida por el éxito de la clase empresarial y comercial de la ciudad.

 

Durante las dos últimas décadas el área metropolitana de Tel Aviv se ha convertido en el centro israelí de las start ups de alta tecnología. De hecho, Tel Aviv se ha convertido en una de las ciudades tecnológicamente más influyentes en el mundo.

 

La revolución económica de la ciudad ha contribuido a que muchos israelíes mejoraran su situación económica. El PIB de Israel alcanzó los 200 billones de dólares en 2008, con un ingreso per cápita de alrededor de 28.000 dólares.

 

Para sus 400.000 habitantes, la ciudad ofrece ahora más de una docena de orquestas sinfónicas y conjuntos de cámara, numerosos grupos de teatro y compañías de danza, un sin número de galerías de arte, museos y librerías, y una legendaria vida nocturna que no para.

 

Y Tel Aviv todavía ama a sus poetas: los mejores versos hebreos del siglo XX, de Bialik a Yehuda Amijai, han sido grabados en las fachadas de cristal de las paradas de autobús públicas. A pesar de los altos precios de sus casas y de sus rascacielos, Tel Aviv ha vuelto a ser el lugar donde quieren vivir numerosos jóvenes israelíes ambiciosos y talentosos.

 

Tel Aviv es la ciudad más socialmente liberal de Oriente Medio, en algunos aspectos, es incluso socialmente más tolerante que el Nueva York de Michael Bloomberg, el faro auto-nombrado de la tolerancia urbana.

 

La revista Out, por ejemplo, llama Tel Aviv "la capital gay de Oriente Medio". Es también la capital de las mujeres solteras. Según las últimas estadísticas, se trata de un 44% de las mujeres .La cifra es de 8% en Ashdod, 12% en Petah Tikva, 14% en Rishon LeZion, 21% en Jerusalén e 23% en Haifa.

 

En 1921 cuando la ciudad tenía 11 años, el entonces ministro británico de las Colonias, Winston Churchill visito Tel Aviv y expreso su estupefacción por el desarrollo de la ciudad. El alcalde había ordenado traer palmeras de poblados vecinos y plantarlas en las arenas de la avenida Rothschild.

 

Churchill no pudo contener la risa, cuando los árboles empezaron a derrumbarse uno tras otro. Y es que los niños, que le querían aplaudir, habían trepado a las palmeras…Churchill recomendó al alcalde: "Hace falta raíces más profundas, para poder resistir"…Muchas aguas corrieron en el rio Hayarkon desde entonces.

 

En la "ciudad que nunca se detiene" muchos pubs, discotecas y restaurantes están abiertos toda la noche. Muchos de ellos son pick-up bars, o sea lugares de ligue. Los israelíes le llaman el "estado de Tel Aviv".

 

Las comparaciones con la sagrada Jerusalén, situada solo a 90 Kms de distancia son inevitables. El alcalde Ron Juldai resume a La Vanguardia:"Tel Aviv no tiene historia ni futuro. Es la ciudad del ahora, del presente. A diferencia de Jerusalén, no está atrapada por su pasado y se reinventa a cada momento, ya que sus ciudadanos constantemente rehacen sus vidas".



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Fwd: Nuevo libro de JULIAN SCHVINDLERMAN - "Roma y Jerusalem: la política vaticana hacia el estado judío" (RHM/Debate: 2010)



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Porisrael y Dori Lustron
Felicitan
a su amigo y colaborador 
Julian Schvindlerman
por este nueva obra esclarecedora.
Recomendamos su lectura
.



Amigos/as: Random House Mondadori, bajo su sello Debate, publicará en diciembre un nuevo libro de mi autoría titulado "Roma y Jerusalem: la política vaticana hacia el estado judío" (527 páginas). Abajo verán la tapa y el texto de la contratapa --JS

 

 La relación entre cristianos y judíos tuvo mal comienzo y peor desarrollo. Julián Schvindlerman revela el modo en que durante siglos, los Padres de la Iglesia han demonizado a los judíos de una manera tan feroz y consistente que, para cuando seis millones de ellos fueron exterminados por los nazis durante la primera mitad del siglo XX, muchos vieron allí un desenlace lógico. A partir de entonces, el Papado revisó su actitud hacia el pueblo judío, encontrándose en el Concilio Vaticano II (1962-1965) la manifestación más acabada de esta nueva visión. Desde finales del siglo XIX y a lo largo del siglo pasado, la idea de un estado judío, primero, y el establecimiento del Estado de Israel, después, crearon un desafío político, teológico y psicológico para el Vaticano. La respuesta de la Santa Sede a estos monumentales desarrollos de la historia moderna es narrada en estás páginas impecablemente documentadas, ofreciendo al lector la oportunidad de sumergirse en un tema cautivante y de enorme actualidad.

"Obra profunda y fascinante que desnuda un letal prejuicio milenario. La respalda una potente documentación. Sus páginas informan y sorprenden, denuncian y enseñan."

Marcos Aguinis

 "Si a una atrapante novela de espionaje le agregáramos un bagaje histórico fundamental, un punto de vista lúcido y auténtico, y la oportunidad de un tema candente, obtendríamos algo bastante parecido a este estupendo libro de Schvindlerman sobre Israel y el Vaticano."

Marcelo Birmajer

 



miércoles, 24 de noviembre de 2010

Por Israel en Acción >> Horacio Vázquez-Rial Sáhara

 


Llevamos muchos días de confusión y tal vez estemos a punto de cometer una serie de errores de muy alto precio en relación con el Sáhara. Como los que cometieron los Estados Unidos una y otra vez, en cada ocasión en que, como reconoce Henry Kissinger, intervinieron en situaciones en las que no controlaban todos los factores en juego.

Ése fue el caso de Irán, donde se decidió democratizar derrocando al Sha, con su temida policía política, la Savak, perfeccionada y reestructurada por sus sucesores. Como todos sabemos, el remedio fue peor que la enfermedad. Una parte importante de la izquierda española, y esto lo sabe bien César Alonso de los Ríos, entonces director de la revista La Calle, se volcó en el elogio de Jomeini: Joaquín Francés, que colaboraba en la publicación, se convirtió en un fervoroso defensor de la revolución iraní, hasta el punto de que Vázquez Montalbán llegó a llamarle "el ayatolá Francés". Lo que vino después de aquello lo conocen mis lectores tan bien como yo.

Ése fue también el caso de los talibán: los Estados Unidos los apoyaron, los armaron y los impulsaron porque estaban en guerra contra la URSS, de resultas de lo cual ahora, cuando el imperio soviético es ya un recuerdo, los talibán siguen representando una sangría constante para Occidente e impiden una mínima normalización en Afganistán y en Pakistán, con sus regímenes bárbaros, uno de ellos con bomba nuclear a mano.

¿Era posible evitar esos errores? Desde luego, si los consejeros se hubiesen dejado aconsejar, y si hubiesen estado más atentos a las consecuencias a largo plazo de una acción determinada que a la urgencia de la misma. Lo importante y lo urgente suelen ir por caminos separados.

Hassán II. Digo todo esto porque en la semana pasada ocurrieron varias cosas en relación con el problema del Sáhara Occidental o Español, como se prefiera llamarlo, aunque de español le queda muy poco. Han pasado treinta y cinco años desde que el actual rey, entonces jefe interino del Estado por delegación de Franco, asustado por la Marcha Verde y aconsejado por un Kissinger que llevaba tiempo equivocándose y que por entonces ni siquiera intuía la cuestión islámica, pero que tenía muy claras las relaciones con Marruecos que se viene beneficiando casi desde su nacimiento del hecho de ser la novia en disputa entre Francia y los Estados Unidos, firmó unos acuerdos de dudosa legalidad para una descolonización inmediata, es decir, una retirada en toda regla.

A muchos nos dolió entonces y nos sigue doliendo ahora. Aquello, que no es lo mismo que lo que hay en estos días, tres décadas y media después. Nos dolió la falta de respuesta a lo que ya en 1975 era la invasión marroquí de un territorio en el que España y los españoles habían dejado huella, y que había dejado huella en España y los españoles hasta el punto de que, como contaba el pasado domingo Martín Prieto en La Razón, no faltó el legionario que en los días de la desbandada escogiera no regresar a su tierra natal y sumarse a la población saharaui.

Nos duele, sin duda, la blandura de los gobiernos socialistas en relación con el problema: ninguno de ellos se atreve a hacer nada sin la venia de Marruecos, y a veces hasta caen en el ridículo, como Rubalcaba y Trini la semana pasada. Y lo que más nos irrita a algunos, que no esperamos nada de los socialistas, es el coqueteo constante de la monarquía española con la marroquí, que viene de lejos. Juan Carlos I actúa como si los tratados de 1976 los hubiera firmado un desconocido y no él, y como si Marruecos no se hubiera ido apropiando, con una política de Estado lenta y constante, del Sáhara, sobre el cual no posee derecho histórico alguno. El de Rabat es su "primo", como lo era el padre, Hassan II, que en el colmo del reality puso en la tele un fusilamiento. Con parientes así, poco podremos heredar.

Nos repugna la falta de firmeza y la pérdida de soberanía de la nación española y el abandono del concepto mismo de soberanía por el actual gobierno. Por eso volvemos una y otra vez a recordar al presidente que el Sáhara fue una vez español y que tenemos responsabilidades históricas con los saharauis. Lo mismo que en 1975, lo que a menudo nos lleva a olvidar que el paso del tiempo nos cambió, y mucho, al igual que a los saharauis. Porque no se llegó a constituir nunca la República Árabe Saharaui Democrática, que a día de hoy sólo es reconocida por 85 países, menos de la mitad de los que forman la ONU y muchos de ellos de trayectoria nada halagüeña en lo que a derechos humanos se refiere. Y el Frente Polisario (por la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro: salga usted a la calle y pregunte, a ver cuántos saben qué significan esos nombres) no ha pasado de la caracterización de "grupo independentista".

Mientras Felipe González, Zapatero y el Rey Aznar tuvo otra política, para disgusto del Borbón dejaban que el Sáhara se pudriera, sucedió lo lógico: que el Sáhara se pudrió. Y hay dos cosas claras: jamás existirá la RASD y el Polisario está a punto de revelarse como lo que estaba destinado a ser desde un principio: un grupo terrorista, protegido por Argelia y utilizado por ésta en su perpetuo enfrentamiento con Marruecos, y con propósitos y contenidos cuyo alcance desconocemos. Islámico, desde luego. Armado, desde luego, como explicitó su representante en Madrid hace unos días, aunque no estuviese seguro de con cuántas ni cuáles armas, pero decidido a llevar frente a Marruecos lo que los antiguos maoístas guevaristas solían denominar "guerra popular prolongada", lo cual no es moco de pavo, sobre todo si se tiene detrás todo un pueblo: entre 250.000 y 300.000 personas, un tercio de las cuales están movilizadas.

Ahora bien: no se habla de luchar por la RASD, sino únicamente de luchar, con la ayuda de Argelia, por el pueblo saharaui indefinidamente: "Hasta la victoria siempre". Como Arafat hablaba del pueblo palestino, con mayor frecuencia y convicción que del Estado palestino.

Cuando protestemos, pues, por cuestiones de soberanía, no seamos hipócritas: no se trata de la soberanía saharaui, sino de la soberanía española. Es el desdén hacia ésta del que hacen gala el gobierno y la corona lo que de verdad nos molesta. Porque de los saharauis apenas si tenemos la sombra de una idea. Y si la Zeja se pone en contra del poder y hasta se manifiesta en ese sentido no es por amor al pueblo, mitad árabe, mitad beréber, al que Marruecos está maltratando, persiguiendo y torturando que también, sino porque el presidente no ha sido lo bastante izquierdista para ellos en este asunto, no ha apoyado la constitución de una nueva patria socialista. Ni siquiera se han preguntado si es eso lo que los saharauis quieren realmente, y si alguno lo ha hecho ha preferido callar la respuesta.

Lo más probable es que, mientras debatimos lo que, en última instancia, es un problema español, que debe ser discutido, sin duda, pero en términos de soberanía y unidad nacional, el Polisario, a punto de salir de la crisálida, aparezca cualquier día en forma de nueva OLP, sin proponerse en serio un Estado saharaui y abierta a todas las colaboraciones, incluida la de Hamás.

www.vazquezrial.com

http://exteriores.libertaddigital.com/sahara-1276238392.html


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Llevamos muchos días de confusión y tal vez estemos a punto de cometer una serie de errores de muy alto precio en relación con el Sáhara. Como los que cometieron los Estados Unidos una y otra vez, en cada ocasión en que, como reconoce Henry Kissinger, intervinieron en situaciones en las que no controlaban todos los factores en juego.

Ése fue el caso de Irán, donde se decidió democratizar derrocando al Sha, con su temida policía política, la Savak, perfeccionada y reestructurada por sus sucesores. Como todos sabemos, el remedio fue peor que la enfermedad. Una parte importante de la izquierda española, y esto lo sabe bien César Alonso de los Ríos, entonces director de la revista La Calle, se volcó en el elogio de Jomeini: Joaquín Francés, que colaboraba en la publicación, se convirtió en un fervoroso defensor de la revolución iraní, hasta el punto de que Vázquez Montalbán llegó a llamarle "el ayatolá Francés". Lo que vino después de aquello lo conocen mis lectores tan bien como yo.

Ése fue también el caso de los talibán: los Estados Unidos los apoyaron, los armaron y los impulsaron porque estaban en guerra contra la URSS, de resultas de lo cual ahora, cuando el imperio soviético es ya un recuerdo, los talibán siguen representando una sangría constante para Occidente e impiden una mínima normalización en Afganistán y en Pakistán, con sus regímenes bárbaros, uno de ellos con bomba nuclear a mano.

¿Era posible evitar esos errores? Desde luego, si los consejeros se hubiesen dejado aconsejar, y si hubiesen estado más atentos a las consecuencias a largo plazo de una acción determinada que a la urgencia de la misma. Lo importante y lo urgente suelen ir por caminos separados.

Hassán II. Digo todo esto porque en la semana pasada ocurrieron varias cosas en relación con el problema del Sáhara Occidental o Español, como se prefiera llamarlo, aunque de español le queda muy poco. Han pasado treinta y cinco años desde que el actual rey, entonces jefe interino del Estado por delegación de Franco, asustado por la Marcha Verde y aconsejado por un Kissinger que llevaba tiempo equivocándose y que por entonces ni siquiera intuía la cuestión islámica, pero que tenía muy claras las relaciones con Marruecos que se viene beneficiando casi desde su nacimiento del hecho de ser la novia en disputa entre Francia y los Estados Unidos, firmó unos acuerdos de dudosa legalidad para una descolonización inmediata, es decir, una retirada en toda regla.

A muchos nos dolió entonces y nos sigue doliendo ahora. Aquello, que no es lo mismo que lo que hay en estos días, tres décadas y media después. Nos dolió la falta de respuesta a lo que ya en 1975 era la invasión marroquí de un territorio en el que España y los españoles habían dejado huella, y que había dejado huella en España y los españoles hasta el punto de que, como contaba el pasado domingo Martín Prieto en La Razón, no faltó el legionario que en los días de la desbandada escogiera no regresar a su tierra natal y sumarse a la población saharaui.

Nos duele, sin duda, la blandura de los gobiernos socialistas en relación con el problema: ninguno de ellos se atreve a hacer nada sin la venia de Marruecos, y a veces hasta caen en el ridículo, como Rubalcaba y Trini la semana pasada. Y lo que más nos irrita a algunos, que no esperamos nada de los socialistas, es el coqueteo constante de la monarquía española con la marroquí, que viene de lejos. Juan Carlos I actúa como si los tratados de 1976 los hubiera firmado un desconocido y no él, y como si Marruecos no se hubiera ido apropiando, con una política de Estado lenta y constante, del Sáhara, sobre el cual no posee derecho histórico alguno. El de Rabat es su "primo", como lo era el padre, Hassan II, que en el colmo del reality puso en la tele un fusilamiento. Con parientes así, poco podremos heredar.

Nos repugna la falta de firmeza y la pérdida de soberanía de la nación española y el abandono del concepto mismo de soberanía por el actual gobierno. Por eso volvemos una y otra vez a recordar al presidente que el Sáhara fue una vez español y que tenemos responsabilidades históricas con los saharauis. Lo mismo que en 1975, lo que a menudo nos lleva a olvidar que el paso del tiempo nos cambió, y mucho, al igual que a los saharauis. Porque no se llegó a constituir nunca la República Árabe Saharaui Democrática, que a día de hoy sólo es reconocida por 85 países, menos de la mitad de los que forman la ONU y muchos de ellos de trayectoria nada halagüeña en lo que a derechos humanos se refiere. Y el Frente Polisario (por la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro: salga usted a la calle y pregunte, a ver cuántos saben qué significan esos nombres) no ha pasado de la caracterización de "grupo independentista".

Mientras Felipe González, Zapatero y el Rey Aznar tuvo otra política, para disgusto del Borbón dejaban que el Sáhara se pudriera, sucedió lo lógico: que el Sáhara se pudrió. Y hay dos cosas claras: jamás existirá la RASD y el Polisario está a punto de revelarse como lo que estaba destinado a ser desde un principio: un grupo terrorista, protegido por Argelia y utilizado por ésta en su perpetuo enfrentamiento con Marruecos, y con propósitos y contenidos cuyo alcance desconocemos. Islámico, desde luego. Armado, desde luego, como explicitó su representante en Madrid hace unos días, aunque no estuviese seguro de con cuántas ni cuáles armas, pero decidido a llevar frente a Marruecos lo que los antiguos maoístas guevaristas solían denominar "guerra popular prolongada", lo cual no es moco de pavo, sobre todo si se tiene detrás todo un pueblo: entre 250.000 y 300.000 personas, un tercio de las cuales están movilizadas.

Ahora bien: no se habla de luchar por la RASD, sino únicamente de luchar, con la ayuda de Argelia, por el pueblo saharaui indefinidamente: "Hasta la victoria siempre". Como Arafat hablaba del pueblo palestino, con mayor frecuencia y convicción que del Estado palestino.

Cuando protestemos, pues, por cuestiones de soberanía, no seamos hipócritas: no se trata de la soberanía saharaui, sino de la soberanía española. Es el desdén hacia ésta del que hacen gala el gobierno y la corona lo que de verdad nos molesta. Porque de los saharauis apenas si tenemos la sombra de una idea. Y si la Zeja se pone en contra del poder y hasta se manifiesta en ese sentido no es por amor al pueblo, mitad árabe, mitad beréber, al que Marruecos está maltratando, persiguiendo y torturando que también, sino porque el presidente no ha sido lo bastante izquierdista para ellos en este asunto, no ha apoyado la constitución de una nueva patria socialista. Ni siquiera se han preguntado si es eso lo que los saharauis quieren realmente, y si alguno lo ha hecho ha preferido callar la respuesta.

Lo más probable es que, mientras debatimos lo que, en última instancia, es un problema español, que debe ser discutido, sin duda, pero en términos de soberanía y unidad nacional, el Polisario, a punto de salir de la crisálida, aparezca cualquier día en forma de nueva OLP, sin proponerse en serio un Estado saharaui y abierta a todas las colaboraciones, incluida la de Hamás.

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http://exteriores.libertaddigital.com/sahara-1276238392.html


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Por Israel en Acción >> Horacio Vázquez-Rial Sáhara

 


Llevamos muchos días de confusión y tal vez estemos a punto de cometer una serie de errores de muy alto precio en relación con el Sáhara. Como los que cometieron los Estados Unidos una y otra vez, en cada ocasión en que, como reconoce Henry Kissinger, intervinieron en situaciones en las que no controlaban todos los factores en juego.

Ése fue el caso de Irán, donde se decidió democratizar derrocando al Sha, con su temida policía política, la Savak, perfeccionada y reestructurada por sus sucesores. Como todos sabemos, el remedio fue peor que la enfermedad. Una parte importante de la izquierda española, y esto lo sabe bien César Alonso de los Ríos, entonces director de la revista La Calle, se volcó en el elogio de Jomeini: Joaquín Francés, que colaboraba en la publicación, se convirtió en un fervoroso defensor de la revolución iraní, hasta el punto de que Vázquez Montalbán llegó a llamarle "el ayatolá Francés". Lo que vino después de aquello lo conocen mis lectores tan bien como yo.

Ése fue también el caso de los talibán: los Estados Unidos los apoyaron, los armaron y los impulsaron porque estaban en guerra contra la URSS, de resultas de lo cual ahora, cuando el imperio soviético es ya un recuerdo, los talibán siguen representando una sangría constante para Occidente e impiden una mínima normalización en Afganistán y en Pakistán, con sus regímenes bárbaros, uno de ellos con bomba nuclear a mano.

¿Era posible evitar esos errores? Desde luego, si los consejeros se hubiesen dejado aconsejar, y si hubiesen estado más atentos a las consecuencias a largo plazo de una acción determinada que a la urgencia de la misma. Lo importante y lo urgente suelen ir por caminos separados.

Hassán II. Digo todo esto porque en la semana pasada ocurrieron varias cosas en relación con el problema del Sáhara Occidental o Español, como se prefiera llamarlo, aunque de español le queda muy poco. Han pasado treinta y cinco años desde que el actual rey, entonces jefe interino del Estado por delegación de Franco, asustado por la Marcha Verde y aconsejado por un Kissinger que llevaba tiempo equivocándose y que por entonces ni siquiera intuía la cuestión islámica, pero que tenía muy claras las relaciones con Marruecos que se viene beneficiando casi desde su nacimiento del hecho de ser la novia en disputa entre Francia y los Estados Unidos, firmó unos acuerdos de dudosa legalidad para una descolonización inmediata, es decir, una retirada en toda regla.

A muchos nos dolió entonces y nos sigue doliendo ahora. Aquello, que no es lo mismo que lo que hay en estos días, tres décadas y media después. Nos dolió la falta de respuesta a lo que ya en 1975 era la invasión marroquí de un territorio en el que España y los españoles habían dejado huella, y que había dejado huella en España y los españoles hasta el punto de que, como contaba el pasado domingo Martín Prieto en La Razón, no faltó el legionario que en los días de la desbandada escogiera no regresar a su tierra natal y sumarse a la población saharaui.

Nos duele, sin duda, la blandura de los gobiernos socialistas en relación con el problema: ninguno de ellos se atreve a hacer nada sin la venia de Marruecos, y a veces hasta caen en el ridículo, como Rubalcaba y Trini la semana pasada. Y lo que más nos irrita a algunos, que no esperamos nada de los socialistas, es el coqueteo constante de la monarquía española con la marroquí, que viene de lejos. Juan Carlos I actúa como si los tratados de 1976 los hubiera firmado un desconocido y no él, y como si Marruecos no se hubiera ido apropiando, con una política de Estado lenta y constante, del Sáhara, sobre el cual no posee derecho histórico alguno. El de Rabat es su "primo", como lo era el padre, Hassan II, que en el colmo del reality puso en la tele un fusilamiento. Con parientes así, poco podremos heredar.

Nos repugna la falta de firmeza y la pérdida de soberanía de la nación española y el abandono del concepto mismo de soberanía por el actual gobierno. Por eso volvemos una y otra vez a recordar al presidente que el Sáhara fue una vez español y que tenemos responsabilidades históricas con los saharauis. Lo mismo que en 1975, lo que a menudo nos lleva a olvidar que el paso del tiempo nos cambió, y mucho, al igual que a los saharauis. Porque no se llegó a constituir nunca la República Árabe Saharaui Democrática, que a día de hoy sólo es reconocida por 85 países, menos de la mitad de los que forman la ONU y muchos de ellos de trayectoria nada halagüeña en lo que a derechos humanos se refiere. Y el Frente Polisario (por la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro: salga usted a la calle y pregunte, a ver cuántos saben qué significan esos nombres) no ha pasado de la caracterización de "grupo independentista".

Mientras Felipe González, Zapatero y el Rey Aznar tuvo otra política, para disgusto del Borbón dejaban que el Sáhara se pudriera, sucedió lo lógico: que el Sáhara se pudrió. Y hay dos cosas claras: jamás existirá la RASD y el Polisario está a punto de revelarse como lo que estaba destinado a ser desde un principio: un grupo terrorista, protegido por Argelia y utilizado por ésta en su perpetuo enfrentamiento con Marruecos, y con propósitos y contenidos cuyo alcance desconocemos. Islámico, desde luego. Armado, desde luego, como explicitó su representante en Madrid hace unos días, aunque no estuviese seguro de con cuántas ni cuáles armas, pero decidido a llevar frente a Marruecos lo que los antiguos maoístas guevaristas solían denominar "guerra popular prolongada", lo cual no es moco de pavo, sobre todo si se tiene detrás todo un pueblo: entre 250.000 y 300.000 personas, un tercio de las cuales están movilizadas.

Ahora bien: no se habla de luchar por la RASD, sino únicamente de luchar, con la ayuda de Argelia, por el pueblo saharaui indefinidamente: "Hasta la victoria siempre". Como Arafat hablaba del pueblo palestino, con mayor frecuencia y convicción que del Estado palestino.

Cuando protestemos, pues, por cuestiones de soberanía, no seamos hipócritas: no se trata de la soberanía saharaui, sino de la soberanía española. Es el desdén hacia ésta del que hacen gala el gobierno y la corona lo que de verdad nos molesta. Porque de los saharauis apenas si tenemos la sombra de una idea. Y si la Zeja se pone en contra del poder y hasta se manifiesta en ese sentido no es por amor al pueblo, mitad árabe, mitad beréber, al que Marruecos está maltratando, persiguiendo y torturando que también, sino porque el presidente no ha sido lo bastante izquierdista para ellos en este asunto, no ha apoyado la constitución de una nueva patria socialista. Ni siquiera se han preguntado si es eso lo que los saharauis quieren realmente, y si alguno lo ha hecho ha preferido callar la respuesta.

Lo más probable es que, mientras debatimos lo que, en última instancia, es un problema español, que debe ser discutido, sin duda, pero en términos de soberanía y unidad nacional, el Polisario, a punto de salir de la crisálida, aparezca cualquier día en forma de nueva OLP, sin proponerse en serio un Estado saharaui y abierta a todas las colaboraciones, incluida la de Hamás.

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